6 may 2010

Esa vez

Llegué como a las 8 de la noche, a mi casa que no es mía pero es la que vivo, y ya se empezaba a notar que no había nadie mas, ropa sobre las sillas, platos en la mesa, polvo en los pisos, eco en la casa, el porque no se, en realidad si se; pero sería admitir cosas que no quiero.

Llegué cansado a pesar de estar todo el día sin hacer nada en la oficina, llegue con hambre pero sin ganas de comer, y sin saber cocinar, y sin que nadie cocinara para mi, hambre que nunca me abandona, nunca, aun después de recién levantarme de la mesa, con ese cansancio a cuestas abrí el refrigerador y comí algo, no se que, algo para aguantar de momento mientras cocinaba.

¿Pero que cocinar?, es que hay tantas cosas pero en ese momento no se te ocurre ninguna, y salir a comprar algo ni pensarlo, con lo inmundo que es lo que venden en la calle, jo, basta mirar a tu alrededor para darte cuenta que la calle está mas limpia, pero es que tampoco tienes ganas de salir, ni de ver nada ni a nadie, tu lo que quieres es dormir, es no recordar, es ignorar, es dejar este hastío, es vomitar ese malestar, tu lo que quieres es dormir.

Así que después de haber cocinado un platillo sin nombre porque no sabia cocinar, me senté ante la mesa, la televisión en otro cuarto decía sandeces, los vehículos afuera desesperaban ante el semáforo, la noche calurosa me bañaba en su humedad, y yo comencé a comer sin ganas de hacerlo, cada bocado me daba mas trabajo porque a decir verdad la comida no sabia bien, y a cada bocado los hombros me pesaban mas y las ganas de dormir eran mas fuertes y mis ojos enrojecían.

Fue entonces cuando se apagó la luz.

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